lunes, noviembre 27, 2006

Capítulo 6: Temores

Temores



- Buenos días, Nístrim.- Me saludó un hombre de unos treinta años, situado cerca de la pizarra blanca, en la cual, entre un blanco impoluto, unas letras negras me decían: Temores.- ¿Dispuesta a echarlo todo fuera?
Asentí insegura con la cabeza y me senté en la misma silla del día anterior.
- ¿A qué temes, Nístrim?
- A desaparecer. Pero no a morir, sólo a dejar de ser yo. A vivir oculta en mis pensamientos sin mantener relación alguna con el exterior. Tengo miedo de mí y del daño que me puedo hacer si tomo la decisión equivocada. Temo al dolor, físico y moral que me pueda romper por dentro. Tengo miedo a la eternidad, a una vida finita y gris. No temo a la pobreza, si al ámbito económico se refiere. Temo a lo material, a la avaricia y la falta de personalidad. Temo...
- ¿Y las arañas?- Me interrumpió el hombre. Yo que
intentaba ser profunda, haciendo caso a lo que me dijo el rescatador de arañas suicidas, y resulta que aquel hombre sólo quería tratar mi aracnofobia.
- La verdad es que sí, es algo que temo.
- ¿Desde cuando?
- No lo sé, supongo que desde siempre.
- ¿Por qué o, por qué crees que les temes?
- Ojalá lo supiera... Pero el caso es que les tengo mucho pánico. Esas patas tan largas que les permiten caminar a velocidad extrema, y su capacidad de flexionarlas tanto, que les permiten introducirse por cualquier recóndito lugar. Pienso que pueden recorrer todo mi cuerpo sin apenas sentir su presencia, y meterse por mi boca, mi nariz, mis oídos, llenarme el interior de esa asquerosa tela...
- Con los fluidos corporales no creo que consiguiera sobrevivir ni al primer cuarto de minuto.
- Vaya, disculpe. Es que yo soy de artes, no de ciencias.- Dije con un tono borde típico de mí.
- No te disculpes, sólo es un sentimiento causado por un temor. Algo así como una pesadilla. Y en el subconsciente todo vale.
Di un pequeño salto en el sitio, como un impulso causado por un susto al escuchar la palabra subconsciente.
- Una vez- Continué.- leí una comparación entre la araña y la luna, y también decía que la sabiduría de la araña era superior a la de todo el mundo. Y eso me asusta, creer que un insecto tan repulsivo sea más inteligente que yo, que sepa de mis miedos y los utilice en mi contra. Pero también admiro la crueldad con la cual tratan a sus machos para lograr sus objetivos. Cuando ellas están en celo y desean procrear, se aprovechan del deseo sexual del macho, arrancándole la cabeza cuando se encuentra en el clímax del coito, logrando de este modo que el semen se derrame como un torrente de aguas turbulentas en el interior de la araña hembra. Admiro a las arañas porque son la excepción que rompe con aquello de que la naturaleza es machista. La araña es un cruel símbolo feminista; inteligente y ambiciosa.
Pero las temo, tal vez porque les tengo demasiado respeto. Soy incapaz de matarlas, pero no puedo verlas vivas. Me dejan paralizada, cohibida... Tal vez en otra vida fui mosca atrapada entre sus redes y aún sienta en mi inconsciente el dolor que me causó aquella araña al morder mis carnes atrapadas en esa pringosa tela de araña. Esa araña que disfrutaba de mi carne como Erzsébet Báthory disfrutaba de la sangre de las doncellas de su reino.-
De pronto me callé. ¿Qué estaba diciendo? Se me había ido la pinza del todo... Qué locura. Había dejado por completo de ser superficial.
- Erzsébet Báthory.- Dijo el hombre con casi un murmullo.- ¿De veras admiras a ese monstruo?
- No creo que sea admiración; más bien compasión. Su marido nunca estaba en casa y ella se aburría. Deseos sexuales reprimidos, una inteligencia, unos estudios que no le servían para nada porque ella era únicamente la condesa: Una mujer florero que vivía de su marido y era admirada y temida por su poder adquisitivo y su belleza. Rodeada de unos sirvientes confabulados con la magia negra, y una adolescencia marcada por las orgías a las que se unía con su tía lesbiana, se convirtió en una mujer adicta al sexo y a la belleza.
- Pero asesinó a cientos de doncellas...
- Estaba equivocada. Ella pensaba que al bañarse en la sangre de las chicas lograría la eterna juventud. Ignorante... buscaba la vida en la energía de aquellas jóvenes quitándosela, por lo tanto se iba inútilmente. Si, por el contrario, las hubiera mantenido vivas, sanas y llenas de energía, le habrían infundido su vitalidad y sus ganas de vivir. Erzsébet era una ignorante, no un monstruo, señor. Perdió la confianza en sí misma y se dejaba llevar por sus sirvientes y sus conjuros de pacotilla. Una pobre infeliz que se moría de aburrimiento.
- ¿Alguna vez has sentido tú ese aburrimiento?
- Tal vez. Cuando me gustaba el chico del que hablé ayer, me pasaba algunos días, o incluso semanas sin verle porque él vivía en otra localidad. Entonces hubo ocasiones en las que me lié con otros.
- ¿Cuántas?
- Tres.- Dije sin estar muy convencida de estar actuando correctamente.
- Cuéntame, Nístrim, ¿eran muy diferentes a él?
- Sí. Para ser más concretos, un gótico bisexual, un paleto machista y un punkarra adicto a la marihuana y al speed. No sentía nada por ellos. Todo era completamente superficial. Yo estaba enamorada del otro, pero... no sé, supongo que quería saber qué se sentía al enrollarse con tres personajes tan diferentes y sin sentir nada. Quería saberlo para que luego, en mis historias, pusiese más de mí y llegaran más a los lectores. Algo así como hacía la protagonista de la película Monte de Venus. ¿La habéis visto? Es buenísima.
- No estamos aquí para hablar de películas, Nístrim.- Me interrumpió el hombre.-Ahora dime, si tú estando con él, o por lo menos manteniendo aquella relación de, como tú misma denominaste, encuentros esporádicos en noches de alcohol y sexo, estuviste con otras personas, ¿por qué te dolió tanto que él se liara con Sonia?
- Porque yo con los demás no tenía más que sexo, nada de amor ni derivados. Pero aquel día, cuando les vi juntos, vi sentimiento.
- Bien, se acabó por hoy.- Dijo el hombre.
- Pero, un momento, no me habéis dado el resultado de lo de ayer... - Dije con un hilo de voz, asustada.
La mujer de la Humillación Sentimental se levantó y dijo:
- Es que con lo que has dicho hoy... Vamos, que has desmoralizado todo. Sólo hemos sacado en clave que eres una feminista empedernida con un odio irrefrenable a los hombres. Y, respecto a lo que dijiste de que te veías incapaz de amar... No sé, pero lo que sí está claro es que con esa actitud tan feminista te será imposible ser querida por cualquier hombre. Nos vemos mañana.
Me fui hecha una furia de allí, indignada porque pretendían despojarme de mis ideales feministas, ¡con todo lo que habían luchado las mujeres a lo largo de la historia! ¡Arriba el feminismo y arriba Concepción Arenal!
- Ey, chiquilla, ¿Qué te ocurre? ¿Ha ido mal la sesión?-
Me preguntó Vera, que era como un soplo de aire fresco en medio de tanta locura.
- Vera, que no te hundan jamás ¿vale? Lucha por tus derechos. Y recuerda, nosotras parimos, nosotras decidimos.
Vera se debió de quedar a cuadros, pero me daba igual.
Bajé a la calle y me metí en el bar del rescatador de arañas.
- Me tachan de feminista. ¡De feminista!- Le dije toda sulfurada al chaval.
- ¿Qué pasa? ¿Ha ido mal aquello? ¿No me hiciste caso?
- Que si te hice caso... Se me ha ido la pinza como nunca. He admitido sentir lástima por Erzsébet Báthory. Lo malo es que luego me han dicho que, si sigo siendo tan feminista, no voy a gustar a ningún tío.
El chaval se empezó a reír y me dijo que no me preocupara, que cuando meten caña es que va bien la cosa.
- ¡Uf! Eso espero, pero de momento ya estoy de huevos para todo el día.
- Un café solo ¿no?
- Sí, por favor. Por cierto, ¿cómo te llamas?
- Óliver. Y no digas nada, a mí tampoco me gusta.
- ¿Qué dices? Está bien. Ya estaba harta de tantos Juanes, Joses, Danis... - Él me sonrió y yo seguí hablándole mientras él iba hacia la máquina de café.- Por cierto, no me dijiste de qué iba el ascensor número tres.
Al oír esto, se le cayó la taza al suelo, derramando tras la barra todo el café.
- Lo siento- Le dije- Siempre acabo diciendo algo que no debo... ¿Te das cuenta de que llevo viniendo ya tres veces y aún no he podido tomarme un café?
- Ascensor tres: Temor Patológico.
- ¿Sabes qué decía Freud? Que el temor patológico es siempre deseos sexuales reprimidos.
El chico bajó la cabeza avergonzado.
- ¿Tú... ?- Me empecé a reír sin mala intención.- Perdona, perdón... ¿Deseos sexuales reprimidos?
- Sí, ¿Qué pasa? Cuando en casa no te apoyan y tus amigos no te entienden, no te queda más remedio que ocultar lo que sientes. Por su culpa me costó muchísimo aceptar mi orientación sexual.
- Ah, pero que eres gay... ¡Pues de puta madre!- Me empiné hacia la barra y le di un pico.- Nunca te ocultes por nadie ¿vale?
- Claro que no.

3 cafés:

Anónimo dijo...

siguiente nena, siguiente!!! =)
y lo dicho: difundes cultura, nunk lo olvides!! jaja
kisses!!
PauLa

Adriana Bañares dijo...

Paula, esto está empezando a ser muy frustante... Sólo tú lees mi blog :( Pero bueno, va por ti... aquí te dejo el séptimo capítulo.

Tudel dijo...

La soledad del cafe...el mio con leche, gracias, jijiji (Dios lo siento, pero no sabes cuanto tiempo llevava queriendo hacerlo)Aunk me avergüenze decirlo, tan solo voy por el primer capitulo, pero es que soy un hombre ocupado aunque no lo parezca, ahora no voy a decirte que me a parecido xq todavia no e llegado a este capitulo, pero ya te comentare mas a menudo, espero que esto se convierta en una empresa mutua y tu comentes tambien en mi blog: www.virgendelamorhermoso.blogspot.com, el primer consejo que te doy para con tu blog, es que lo publicites siempre y donde puedas de la forma mas descarada posible, como acabo de hacerlo yo :) Bueno chica, como dijo la trucha al trucho; espero que sigas escribiendo!